Nuevas tecnologías educativas para la enseñanza remota: del salto urgente al diseño consciente

Última actualización: 19 octubre 2025
    La tecnología aporta flexibilidad e inclusión si se integra con metodología, evaluación continua y competencia digital docente.,Herramientas clave: LMS, videoconferencia, editores colaborativos, acceso remoto a laboratorios y analítica del aprendizaje.,Metodologías activas, gamificación y modelos SAMR/TPACK guían un uso pedagógico sólido, también con IA.

tecnologías educativas para la enseñanza remota

La educación atravesó un punto de inflexión con la COVID‑19: pasamos de la presencialidad interrumpida a una conectividad forzada que aceleró una década de cambios en meses. En ese contexto, quedó claro que no basta con digitalizar contenidos; hace falta rediseñar la experiencia de aprendizaje y el ecosistema que la sostiene.

Desde grupos de investigación universitarios hasta escuelas que innovan en el día a día, el consenso es nítido: la tecnología aporta flexibilidad, personalización e inclusión, pero exige docentes con competencia digital, nuevas metodologías y una evaluación continua coherente. Este panorama incluye avances, dudas razonables y regulaciones recientes que buscan proteger a menores y orientar un uso responsable.

De la emergencia a la estrategia: qué cambió con la COVID‑19

innovación educativa y tecnologías digitales

La pandemia puso a prueba las infraestructuras digitales de los sistemas educativos y evidenció que el aprendizaje en línea no es convertir PDFs en clases. Investigadoras como Carina González (ITED: Interacción, TIC y Educación) insisten en que hay que repensar métodos, roles, actividades y criterios de evaluación para que la tecnología realmente sume.

En esa línea, el Laboratorio de Educación y Nuevas Tecnologías EDULLAB (Universidad de La Laguna, dirigido por Manuel Area) lleva años explorando materiales didácticos electrónicos como alternativa al libro de texto, desde infantil hasta secundaria, en colaboración con universidades como Santiago de Compostela y Valencia. La pregunta de fondo es cómo diseñar recursos que apoyen el aprendizaje desde el objeto de estudio de la pedagogía y no solo lo “trasladen” de formato.

También se ha reforzado la oferta formativa para el profesorado: programas como el Experto en Competencia Digital Docente y el Experto en Docencia Universitaria, el Catálogo de aplicaciones para la docencia universitaria (DocApp) o el Programa Acompaña TIC muestran cómo las instituciones avanzan hacia un modelo pedagógico donde lo digital es parte del ADN, no un adorno.

Este cambio va de la mano de otro movimiento clave: repensar la evaluación. Según Area, la docencia en entornos digitales demanda una evaluación continua, con retroalimentación frecuente (videotutorías, comentarios sobre actividades, seguimiento por datos de uso), más que exámenes puntuales desconectados del proceso.

Programas, laboratorios y recursos digitales que sostienen la enseñanza remota

herramientas y plataformas para educación online

Cuando hablamos de enseñanza remota nos referimos a un modelo en el que estudiantes y docentes interactúan mediante plataformas digitales, ya sea en directo o en diferido. Esto se articula con un conjunto de herramientas que cubren todo el ciclo: LMS para organizar el curso, videoconferencias para clases en vivo, editores colaborativos para trabajo en equipo, repositorios de recursos y sistemas de evaluación en línea.

Los sistemas de gestión del aprendizaje (LMS) concentran materiales, tareas, foros y calificaciones; las herramientas de videoconferencia (Zoom, Teams, Meet) permiten interacción en tiempo real y trabajo por salas; y los editores colaborativos facilitan coautoría y seguimiento de versiones en proyectos. La nube aporta acceso ubicuo y funciones de accesibilidad (subtítulos, texto a voz) que reducen barreras.

Ahora bien, no todos los dispositivos domésticos pueden ejecutar software especializado (edición de vídeo, audio, diseño, suites creativas). Por eso cobran valor las soluciones de acceso remoto a laboratorios informáticos: con herramientas como Splashtop, el alumnado controla desde casa un ordenador del campus y usa licencias ya desplegadas en la institución incluso desde equipos modestos, Chromebooks o tablets para el aula. Este puente entre infraestructura física y aprendizaje remoto evita cuellos de botella en asignaturas técnicas.

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Ventajas habituales del aprendizaje a distancia para el estudiante incluyen flexibilidad horaria, accesibilidad geográfica, personalización mediante recursos diversos, reducción de costes indirectos y desarrollo de competencias digitales. Entre los retos, aparecen la menor interacción social presencial, problemas de conectividad, mayor necesidad de autodisciplina, limitaciones en experiencias prácticas y distracciones del entorno doméstico.

  • Ventajas clave: flexibilidad, acceso, personalización, ahorro de costes, habilidades digitales.
  • Riesgos habituales: menos socialización cara a cara, brecha digital, disciplina y gestión del tiempo, distracciones y menor práctica en materias técnicas si no hay acceso remoto a software.

Para las instituciones, la educación remota abre la puerta a más matrículas (públicos internacionales o no tradicionales), reduce costes de infraestructura, escala mejor, introduce contenidos multimedia, ofrece datos para decisiones pedagógicas, y mejora la sostenibilidad (menos desplazamientos). También facilita alianzas globales y formación continua del personal.

  • Oportunidades institucionales: escalabilidad, analítica para la mejora, sostenibilidad y colaboración global.
  • Condiciones de éxito: soporte técnico, estándares de calidad docente, accesibilidad, protección de datos y acompañamiento al profesorado.

El ecosistema de recursos es amplio. Un ejemplo singular es el Observatorio de Tecnología Educativa, una biblioteca de artículos creados por docentes para docentes sobre herramientas y metodologías de innovación digital en el aula. Sus contenidos se difunden en web y canales sociales, y promueve colaboraciones a través del correo recursos.educativos@educacion.gob.es. El observatorio cuenta, entre otros identificadores, con NIPO (web) 847-19-121-5, ISSN (web) 2695-4176 y DOI (web) 10.4438/2695-4176_OTE_2019_847-19-121-5.

En los centros, la adopción tecnológica ha transitado de proyectores y software básico a aulas virtuales, realidad aumentada y virtual, y aplicaciones basadas en IA que apoyan la personalización. La clave no es “poner cacharros”, sino integrarlas bien: currículo, tiempos, evaluación y formación docente alineados con objetivos claros.

Casos prácticos: escuelas 100% en línea como Genuine School integran plataformas como Edmentum (personalización por materias), RAZ Plus/Kids A‑Z (biblioteca digital y comprensión lectora en inglés) o Matific (matemáticas mediante juegos) para hacer el aprendizaje más interactivo y ajustado al nivel de cada estudiante. Esta lógica de “suite” evita la fragmentación y potencia datos accionables.

¿Qué persigue la integración? Objetivos típicos incluyen facilitar acceso a información de calidad, mejorar la enseñanza con recursos interactivos, fomentar colaboración y comunicación, desarrollar competencias del siglo XXI (pensamiento crítico, creatividad, resolución de problemas), promover ciudadanía digital responsable y personalizar ritmos y rutas de aprendizaje.

  • Objetivos de las TIC: acceso, calidad, colaboración, competencias, ciudadanía digital y personalización.
  • Buenas prácticas de integración: formación docente, inclusión curricular, uso de LMS, alfabetización informacional y ética, proyectos colaborativos, y evaluación formativa con feedback rápido.

Integrar tecnología con cabeza implica planificar, medir y ajustar. Como recuerda la experiencia de aulas innovadoras, la verdadera transformación sucede cuando el alumnado protagoniza, crea y presenta, mientras el docente pasa a ser facilitador que guía y retroalimenta. Esta visión, subrayada en iniciativas divulgativas (p. ej., los cinco ejes que destaca Óscar Martín Centeno para BBVA: innovación más allá del gadget, protagonismo del estudiante, rol docente como facilitador, aplicación práctica y metas incrementales, y menos burocracia para liberar tiempo creativo), es coherente con la evidencia investigadora reciente.

Metodologías activas, inclusividad y analítica del aprendizaje

metodologías activas y educación inclusiva

La Universidad de La Laguna celebra dos décadas de campus virtual, una pieza ya estructural. La flexibilidad de los entornos digitales permite acceder a contenidos desde cualquier lugar y momento, en formatos variados, y avanzar hacia una personalización más fina por itinerarios y tareas adaptadas.

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Carina González enfatiza que no se trata de trasladar la clase tradicional a un aula virtual, sino de diseñar experiencias enriquecidas con tecnología. Eso conecta con metodologías activas: aprendizaje basado en proyectos, flipped classroom, estrategias de gamificación, y diseño de tareas auténticas. La gamificación bien pensada (dinámica lúdica, recompensas, progresión por niveles y feedback personalizado) puede mejorar la motivación y atender distintos ritmos dentro de un mismo grupo.

EDULLAB, además, explora el uso del aula virtual con dos lentes: analítica de datos para detectar patrones de comportamiento vinculados al rendimiento, y percepciones y expectativas de alumnado y profesorado. Estos estudios ayudan a pasar de decisiones por intuición a mejoras basadas en evidencias, ajustando carga, tiempos, recursos y tipos de actividad.

La inclusividad es otro vector clave. Las tecnologías accesibles ayudan a eliminar barreras para estudiantes con necesidades educativas especiales, ofreciendo apoyos y personalización. En territorios dispersos como el archipiélago canario, las titulaciones híbridas u online reducen brechas de acceso a la educación superior. La ULL ya ofrece grados semipresenciales y títulos 100% en línea, como el Máster en Educación y Tecnología de la Información y Comunicación.

Ojo, no es oro todo lo que reluce: un uso prolongado y sin objetivos claros puede afectar la atención sostenida, alimentar la búsqueda de inmediatez o facilitar la desinformación. Aquí el papel docente como orientador es esencial; toca enseñar a regular el propio aprendizaje, contrastar fuentes y dosificar las pantallas con propósito. Esa “autorregulación” es fundamento de cualquier aprendizaje en red.

Inteligencia artificial, evaluación y ética: de la herramienta al pensamiento crítico

inteligencia artificial en educación

La irrupción de la IA es imparable, convive ya en los hogares y en el aula. Prohibir por prohibir no funciona; hay que formar en uso crítico, comprender cómo operan los modelos, conocer sus límites y sesgos, y rediseñar tareas y evaluación para que el valor esté en el proceso, no en el “producto final” que una IA puede generar.

Un planteamiento útil consiste en pedir al alumnado que explicite fases de verificación y comparación de información, trace su razonamiento y evidencie decisiones. Así evaluamos el camino, no solo el destino. Para guiar la integración tecnológica, el profesorado puede apoyarse en modelos como SAMR (Sustitución, Aumento, Modificación y Redefinición) y TPACK (conocimiento tecnológico, pedagógico y del contenido), que ayudan a alinear herramienta, método y objetivos.

Ahora bien, hay riesgos: la dependencia excesiva de la IA puede mermar ciertas competencias cognitivas si no se diseña con cuidado. Por eso, instituciones y docentes deben adoptar una postura proactiva y responsable, explicitar políticas de uso, trabajar la ética y reforzar tareas que exigen pensamiento crítico y creatividad humana.

En paralelo, toca hablar de carga laboral. Diseñar actividades personalizadas en entornos virtuales, con feedback y seguimiento, aumenta la complejidad del trabajo docente. Manuel Area sugiere ajustar reglamentos para compensar dedicación virtual y evitar sobrecargas. La evaluación continua a lo largo del período, con comunicación frecuente, requiere tiempos concretos en la agenda, no “tiempo invisible”.

El marco regulatorio también se mueve. En 2024 España impulsó un anteproyecto de ley para proteger a menores en entornos digitales, reforzando derechos, privacidad y acceso a contenidos adecuados por edad. La respuesta al riesgo no pasa por mirar hacia otro lado, sino por regular, acompañar y educar en competencias digitales críticas dentro y fuera del aula, con apoyo a familias y coherencia institucional.

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Las universidades aportan investigación aplicada: en la ULL, EDULLAB trabaja en usos de IA en proyectos de innovación docente para articular modelos didácticos que promuevan pensamiento crítico. A la vez, la Cátedra TECNOEDU centra parte de su oferta en competencia digital docente y cultura de la IA, conectando aula, política educativa y sociedad.

Preguntas frecuentes (FAQs) muy habituales

¿Qué tecnologías funcionan mejor en remoto? Dispositivos (ordenadores/tabletas), LMS, videoconferencia, editores colaborativos, RA/RV para inmersión y analítica para seguimiento; elige pocas y bien integradas.

¿Cómo evitar distracciones y asegurar foco? Da propósito a cada herramienta, fija normas claras de uso, alterna tareas activas y pausas, y combina actividades individuales y colaborativas con entregables parciales.

¿Cómo reducir la brecha digital? Programas de préstamo de dispositivos, acuerdos de conectividad, zonas Wi‑Fi, contenidos descargables y opciones asincrónicas para no depender del directo.

¿Cómo preparar a las familias? Comunicación transparente, horarios razonables, pautas de higiene digital y acompañamiento en casa, con énfasis en seguridad y privacidad.

Literatura y evidencias que sustentan estos enfoques

La investigación internacional y regional respalda estos aprendizajes: informes del BID (Acevedo et al., 2022) y Banco Mundial (Azevedo et al., 2021; World Bank, 2022), revisiones sistemáticas sobre cierres escolares y logro (Hammerstein et al., 2021; Huck & Zhang, 2021), diferencias entre docencia de emergencia y e‑learning (Hodges et al., 2020), aprendizajes híbridos (Cohen et al., 2020), creencias docentes y uso tecnológico (Tondeur et al., 2017), y miradas críticas sobre EdTech y pedagogías postdigitales (Williamson et al., 2020; Jandrić & Hayes, 2022; Suárez‑Guerrero et al., 2023). En América Latina, estudios sobre desigualdad y educación virtual en pandemia (Gómez‑Arteta & Escobar‑Mamani, 2021; Cáceres‑Muñoz et al., 2020; Saavedra, 2023; Liberato & Alvarado, 2023; Suárez‑Guerrero & Lloret‑Catala, 2022; Lloret‑Catala et al., 2023), así como experiencias universitarias (Lobos et al., 2023) y comparadas norte‑sur (Medina‑Hernández et al., 2022) añaden contexto y retos de equidad. Otras aportaciones relevantes incluyen análisis sobre formación docente (Portillo & Lopez de la Serna, 2021; Darling‑Hammond & Hyler, 2020; Darling‑Hammond et al., 2021), innovación y metaforizaciones del aprendizaje digital (Blau et al., 2018), alfabetización ética y “onlife” (Floridi, 2015), y marcos teóricos y metodológicos (Braun & Clarke, 2006). En el ámbito local, datos censales (Ministerio de Educación de Perú, 2023) y debates sobre brecha digital (Narcizo, 2021) completan el mapa, junto con reflexiones filosóficas sobre incertidumbre y habitar lo común (Mèlich, 2019; Latour, 2023). Finalmente, múltiples trabajos de contexto (Andrade & Guerrero, 2021; Marshall, 2022; Onyema et al., 2020; Pokhrel & Chhetri, 2021; Van Lancker & Parolin, 2020; Suárez‑Guerrero, Sanz‑Cervera & Tijeras‑Iborra, 2021; Colás‑Bravo, 2021; Hidalgo Cajo & Gisbert‑Cervera, 2022) ofrecen lecturas complementarias para profundizar.

Todo indica que la tecnología puede favorecer flexibilidad, inclusión y acceso multiformato, siempre que se una a un rediseño metodológico, políticas de protección de la infancia, formación docente continua y una cultura de evaluación alineada con el aprendizaje profundo. Con una combinación realista de infraestructuras (incluido el acceso remoto a laboratorios), metodologías activas, analítica responsable y una integración crítica de la IA, es perfectamente viable construir experiencias de enseñanza remota rigurosas, humanas y sostenibles.

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