Gestión del ruido en el trabajo: evaluación, límites y medidas

Última actualización: 2 diciembre 2025
  • El ruido laboral puede causar daños auditivos irreversibles, estrés y aumento del riesgo de accidentes, por lo que debe tratarse como un riesgo profesional prioritario.
  • La empresa está obligada a evaluar el ruido con sonómetros o dosímetros, comparar los resultados con los valores límite y niveles de acción, y repetir las mediciones periódicamente.
  • La estrategia de control debe priorizar la eliminación y reducción técnica del ruido, complementada con medidas organizativas y, solo como último recurso, protección auditiva individual.
  • La vigilancia de la salud, la formación y la participación activa de los trabajadores son esenciales para que la gestión del ruido sea eficaz y se mantenga a largo plazo.

Gestión del ruido en el trabajo

La gestión del ruido en el trabajo es uno de esos temas que todo el mundo sabe que existe, pero al que muchas empresas no le prestan la atención que merece hasta que aparece un problema serio: trabajadores con pérdida de audición, quejas continuas, estrés disparado o incluso accidentes por no oír una señal de alerta. Sin embargo, con una buena planificación y aplicando las medidas adecuadas, se puede mantener el ruido bajo control y proteger la salud de la plantilla sin que la productividad se resienta, favoreciendo el trabajo en silencio y en orden.

Conviene entender que el ruido laboral no es solo una molestia, sino un riesgo profesional bien definido en la normativa, con límites, obligaciones claras para la empresa y derechos para los trabajadores. Desde la identificación de las fuentes de ruido, hasta la elección de maquinaria más silenciosa, los controles técnicos, organizativos y el uso de protección auditiva, todo forma parte de una estrategia global que debe estar integrada en la prevención de riesgos laborales de la organización.

Por qué es tan importante controlar el ruido en el entorno laboral

Importancia del control del ruido laboral

La exposición prolongada a niveles altos de ruido durante la jornada puede causar daños auditivos permanentes, muchas veces de manera tan gradual que la persona no se da cuenta hasta que la situación es grave. Es frecuente que el trabajador empiece a notar problemas cuando, además del daño provocado por el trabajo, aparece la pérdida de audición asociada a la edad y ambas se suman.

Entre los efectos más habituales se encuentra la pérdida de audición inducida por ruido, que puede impedir entender una conversación normal, seguir instrucciones habladas o utilizar el teléfono con normalidad. Esta limitación no solo afecta a la vida laboral, sino que también tiene un impacto directo en la vida personal y social de la persona afectada.

El ruido no solo daña el oído: puede provocar tinnitus (pitidos, zumbidos, silbidos constantes en los oídos), una afección muy molesta que puede desencadenar problemas de sueño, irritabilidad y dificultades de concentración. En puestos de trabajo ruidosos también es habitual encontrar más casos de estrés, ansiedad, fatiga e incluso hipertensión arterial.

Desde el punto de vista de la seguridad, el ruido excesivo puede dificultar la comunicación y la percepción del entorno. Si no se oyen bien las señales acústicas, las alarmas o las indicaciones verbales, aumenta el riesgo de accidentes graves o incluso mortales, sobre todo en sectores con maquinaria móvil, vehículos, cargas suspendidas o herramientas peligrosas.

En entornos de oficina, aunque los niveles de ruido no suelan alcanzar valores tan extremos, un ambiente sonoro mal gestionado deteriora la productividad y el bienestar. Las conversaciones constantes, los teléfonos, las impresoras o el murmullo continuo dificultan la concentración, obligan a repetir tareas y empeoran el clima laboral.

Cómo saber si existe un problema de ruido en la empresa

Evaluación del ruido en el trabajo

Antes de lanzarse a medir con instrumentos avanzados, es útil realizar una observación sencilla y de sentido común para ver si el ruido puede ser un problema. Hay una serie de señales que funcionan como aviso de que conviene profundizar:

  • El ruido resulta intrusivo, parecido al de una calle muy transitada, una aspiradora o un restaurante muy lleno, durante buena parte de la jornada.
  • Los trabajadores tienen que alzar la voz para hablar con alguien a unos 2 metros de distancia, al menos en parte del día.
  • Se utilizan herramientas o maquinaria ruidosa más de media hora al día.
  • La plantilla muestra tensión cuando empieza el ruido y se relaja visiblemente cuando termina; muchas personas se alejan todo lo que pueden de la fuente.
  • Se han comunicado molestias como dolores de cabeza, zumbidos, cansancio extremo, estrés o sensación de estar “aturdido” tras la jornada.

Si se da cualquiera de estas situaciones, lo razonable es pasar a una evaluación formal del ruido usando equipos de medición profesionales. En sectores como la construcción, donde es clave un plan de seguridad y salud en construcción, la demolición, la reparación de carreteras, la carpintería, el procesado de plásticos, la ingeniería, la fabricación de textiles, la metalurgia, el papel y cartón, el enlatado y embotellado, las fundiciones o la gestión de residuos, prácticamente se puede dar por hecho que hay focos ruidosos importantes.

También es obligatorio considerar el ruido cuando en el trabajo se usan sonidos de advertencia para evitar situaciones peligrosas, cuando la coordinación se basa mucho en la comunicación verbal o cuando se trabaja cerca de maquinaria móvil y tráfico interno, ya que en todos esos casos oír bien es crítico para la seguridad.

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A partir de aquí, la empresa debe decidir si necesita efectuar una medición detallada con sonómetros o dosímetros y, posteriormente, establecer un plan de control adaptado a su realidad, teniendo siempre presente la normativa aplicable, como el RD 286/2006 en España y la Directiva 2003/10/CE en el ámbito europeo.

Medición del ruido: sonómetros, dosímetros y estrategia de evaluación

Cuando se confirma que puede haber un problema, el siguiente paso es realizar una evaluación cuantitativa del ruido, que consiste en medir los niveles sonoros y compararlos con los valores legales de referencia: valores límite de exposición, valores superiores e inferiores que generan acción.

El instrumento básico es el sonómetro, que registra el nivel de presión sonora, normalmente en dB(A), y los picos máximos en dB(C). Existen tres grandes tipos para uso en el trabajo: sonómetros de nivel de presión (más sencillos), sonómetros integradores (que calcularan un promedio a lo largo del tiempo, o LAeq) y sonómetros personales o dosímetros, que se colocan en la persona trabajadora y registran su exposición diaria (Lep,d).

Los sonómetros simples son útiles cuando el ruido es más o menos constante, mientras que los integradores resultan imprescindibles si hay variaciones importantes a lo largo de la jornada. Los dosímetros personales se recomiendan especialmente cuando el trabajador se desplaza de un lugar a otro, por ejemplo en tareas de mantenimiento, y la exposición cambia mucho en función del punto del recorrido.

Para que las mediciones sean válidas, hay que planificar la estrategia de medición: elegir los días y momentos representativos de la actividad, decidir qué puestos y personas se medirán, determinar cuánto tiempo se registrará el ruido y seleccionar el tipo de instrumento adecuado. Siempre se deben documentar detalles como: modelo del equipo, fecha de la última calibración, tipo de trabajo que se realizaba durante la medición, estado y mantenimiento de la maquinaria o presencia de otras fuentes de ruido próximas.

En cuanto a la técnica, lo ideal es medir el ruido en ausencia del trabajador, colocando el micrófono en el lugar que ocuparía su cabeza. Cuando no es posible, el micrófono se sitúa a unos 10 a 40 cm de la oreja, buscando el punto donde se registre la mayor exposición. Es preferible utilizar un trípode para evitar que el cuerpo del técnico altere el resultado; si no se puede, se mantiene el brazo estirado para sostener el sonómetro.

Uso correcto de dosímetros personales y sonómetros

El dosímetro personal de ruido es un dispositivo que el trabajador lleva encima durante la jornada, y que va acumulando los datos en un contador digital. Así se obtiene la dosis de ruido recibida en el periodo considerado, algo muy útil en puestos con movilidad elevada o condiciones variables.

Para que la lectura sea fiable, el micrófono del dosímetro debe colocarse a unos 10 cm del canal auditivo (preferiblemente en la oreja más expuesta) y a unos 4 cm por encima del hombro. El cable debe ir bien sujeto para que no roce la ropa ni se vea afectado por movimientos bruscos que puedan distorsionar los registros.

En cuanto a los sonómetros convencionales, miden el nivel existente en un lugar y momento concretos, pero los modelos integradores permiten obtener una media representativa a lo largo del tiempo. En mediciones de puestos de trabajo, estos últimos son los más utilizados, porque ofrecen un valor equivalente más ajustado a la exposición real de la persona a lo largo de la jornada.

Antes y después de cada medición, tanto los sonómetros como los integradores deben comprobarse con un calibrador acústico para asegurarse de que funcionan correctamente. De este modo, se puede demostrar que los resultados son fiables si más adelante se revisan o se discuten en una auditoría o inspección.

Cuando la medición se realiza con el trabajador presente, el micrófono del sonómetro o el trípode se colocan en la zona de la cabeza, a unos 10-40 cm de la oreja, y el técnico se mantiene al menos a 1 metro del sensor para que su propio cuerpo no sirva de pantalla ni modifique la propagación del sonido en el entorno.

Valores límite y niveles de acción: qué exige la normativa

La legislación sobre ruido en el trabajo establece tres niveles clave para la exposición diaria equivalente y para el nivel de pico, que marcan las obligaciones del empresario:

  • Valores límite de exposición: LAeq,d = 87 dB(A) y Lpic = 140 dB(C).
  • Valores superiores de exposición que generan acción: LAeq,d = 85 dB(A) y Lpic = 137 dB(C).
  • Valores inferiores de exposición que generan acción: LAeq,d = 80 dB(A) y Lpic = 135 dB(C).

El nivel diario equivalente de 87 dB(A) no puede superarse en ninguna jornada laboral. Para comprobar este cumplimiento, cuando se evalúa el nivel real se tiene en cuenta la atenuación proporcionada por los protectores auditivos utilizados. En cambio, cuando se analiza si se alcanzan los valores que generan una acción (80 y 85 dB(A)), no se considera la protección de los EPI, porque la obligación de actuar aparece antes de recurrir a ellos.

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La periodicidad de las mediciones también está regulada. Si en un puesto de trabajo se superan los valores superiores de exposición, la evaluación y medición del ruido debe repetirse al menos una vez al año. Si lo que se superan son los valores inferiores de exposición, pero no los superiores, la repetición mínima será cada tres años, salvo que cambien las condiciones de trabajo y sea necesario adelantarla.

Además, cuando la evaluación muestra un riesgo para la salud, la empresa debe organizar una vigilancia específica de la audición, que incluye controles periódicos (audiometrías) para detectar precozmente posibles daños y poder intervenir lo antes posible.

La propia ley indica que estas evaluaciones y mediciones han de ser realizadas por personal con formación adecuada: un técnico de nivel intermedio puede encargarse de la mayoría de situaciones, pero cuando es necesario definir estrategias complejas de medición o interpretar criterios avanzados, se requiere un profesional de nivel superior en Higiene Industrial.

Jerarquía de medidas para controlar el ruido en el trabajo

Para gestionar el ruido de forma eficaz, la prevención sigue una jerarquía de medidas muy clara. Primero se intenta eliminar el ruido en su origen; si no es posible, se reduce o se limita la transmisión; después se recurre a la organización del trabajo y, solo como último recurso, a los equipos de protección individual.

En la fase de diseño de instalaciones o selección de maquinaria, lo ideal es optar por equipos menos ruidosos. En muchas ocasiones, la simple comparación de los datos acústicos de distintos modelos permite elegir uno que, a igualdad de prestaciones, genere bastantes menos decibelios. Esta política debería aplicarse siempre que se construyen nuevos centros de trabajo o se renuevan equipos.

Cuando el foco ruidoso ya existe, se pueden introducir cambios en el propio proceso: reducir la altura de caída de piezas metálicas, incorporar recubrimientos de goma o materiales amortiguadores en las zonas de impacto, usar sistemas de transporte más silenciosos o automatizar ciertas operaciones para evitar golpes innecesarios.

El siguiente paso es actuar sobre la trayectoria del ruido. Aquí entran en juego las pantallas, carcasas, cabinas, cerramientos y materiales absorbentes que se colocan entre la fuente y el trabajador. Insonorizar una máquina especialmente ruidosa, aislar una sala de compresores o recubrir paredes y techos con material acústico puede reducir drásticamente el ruido percibido en el resto de la nave.

En paralelo, se rediseña la disposición de los puestos, de forma que se creen áreas más tranquilas para tareas que requieren concentración y se alejen lo máximo posible de las fuentes de ruido continuo. A veces basta con reubicar una máquina o mover un puesto unos metros para que baje significativamente la exposición de las personas.

Medidas organizativas: limitar la exposición y mejorar las prácticas de trabajo

Cuando las soluciones técnicas no son suficientes o no pueden aplicarse de inmediato, entran en juego las medidas organizativas o administrativas, que se centran en reducir el tiempo de exposición y el número de personas afectadas sin modificar de raíz la maquinaria.

Una de las más efectivas es la rotación de trabajadores entre zonas ruidosas y zonas relativamente silenciosas a lo largo del día, de manera que cada persona pase menos tiempo sujeta a altos niveles de ruido y se promuevan pausas saludables. También se pueden establecer límites claros al tiempo de uso de herramientas especialmente ruidosas o planificar las tareas más sonoras en momentos en los que haya menos personal presente.

Otra medida típica es restringir el acceso a las áreas ruidosas solo a las personas que realmente lo necesitan para su trabajo, reduciendo así el número de trabajadores expuestos. Estas zonas deben estar claramente señalizadas cuando se superan los valores superiores de acción, y, si es viable, delimitadas físicamente para marcar bien su alcance.

También es importante desarrollar procedimientos de trabajo que incluyan la desconexión de las fuentes de ruido cuando no se están utilizando: apagar compresores, detener transportadores o cerrar puertas de cabinas cuando la máquina no está en funcionamiento, por ejemplo. Un buen mantenimiento preventivo ayuda a evitar que el desgaste aumente progresivamente el ruido de los equipos.

Cuando, a pesar de todo, se superan los valores superiores de exposición, la empresa está obligada a elaborar un programa de medidas técnicas y organizativas integrado en su planificación preventiva. Este programa debe definir objetivos, acciones concretas, plazos, responsables y recursos, y priorizar siempre las medidas de protección colectiva frente a la protección individual.

Protección auditiva individual: tapones y orejeras

Los protectores auditivos son equipos de protección individual diseñados para reducir el nivel de ruido que llega al oído, pero la normativa insiste en que deben considerarse como complemento, nunca como sustituto de las medidas técnicas y organizativas. Se utilizan cuando no es posible reducir el ruido suficiente en su origen, mientras se implantan otras medidas o en situaciones puntuales como accesos esporádicos a salas de máquinas.

El RD 286/2006 establece que la empresa debe poner a disposición de sus trabajadores protectores auditivos cuando el ruido supere los valores inferiores de acción (80 dB(A) LAeq,d y 135 dB(C) de pico). El uso pasa a ser obligatorio a partir de los valores superiores de acción (85 dB(A) y 137 dB(C)), y siempre que, a pesar de las medidas colectivas, el riesgo siga presente.

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Los protectores auditivos deben proporcionarse de forma gratuita y personal, acompañados de instrucciones claras (preferentemente por escrito) y formación práctica sobre su colocación, uso y mantenimiento. Es muy recomendable realizar sesiones de entrenamiento antes del primer uso para asegurar que la atenuación que ofrecen en la realidad se aproxima a la que indica el fabricante.

Existen principalmente dos familias de protectores: las orejeras, que son cascos que envuelven la oreja, unidos por un arnés y con almohadillas blandas rellenas de espuma o líquido; y los tapones, que se introducen en el canal auditivo o se apoyan sobre el pabellón, pudiendo ser moldeables, premoldeados, personalizados o con arnés.

La elección del tipo de protección debe hacerse con la participación de los trabajadores o sus representantes, valorando la compatibilidad con otros equipos (casco, gafas, mascarillas), el nivel de atenuación necesario y el confort durante el uso prolongado, ya que el mejor protector es el que se utiliza correctamente todo el tiempo que hace falta.

Vigilancia de la salud, información y participación de la plantilla

Cuando la evaluación de riesgos indica que existe un riesgo para la salud auditiva, el empresario debe implantar un programa de vigilancia específica, lo que incluye la realización de audiometrías periódicas a los trabajadores expuestos. Estas revisiones permiten detectar pérdidas de audición en fases iniciales y ajustar las medidas preventivas antes de que el daño sea irreversible.

La empresa también tiene la obligación de ofrecer información y formación a todas las personas expuestas a niveles iguales o superiores a los valores inferiores de acción. Deben conocer los riesgos del ruido, los resultados de las evaluaciones, las medidas aplicadas, el significado de las señalizaciones, la forma correcta de usar los protectores auditivos y la importancia del mantenimiento de los equipos.

Además, la ley de prevención establece la necesidad de consultar y permitir la participación de los trabajadores o sus representantes en la evaluación de riesgos, en la elección de las medidas para eliminar o reducir la exposición y en la selección de los protectores auditivos. Esta participación es clave para que las medidas sean realistas, se apliquen bien y se mantengan en el tiempo.

Si en algún momento, a pesar de las medidas tomadas, se detectan exposiciones superiores a los valores límite, la empresa debe actuar de inmediato: reducir la exposición por debajo del límite, investigar las causas de la sobreexposición, corregir las medidas de prevención para evitar que vuelva a suceder e informar a los delegados de prevención de estas circunstancias.

Por último, la evaluación y la medición del ruido no son algo puntual, sino un proceso que hay que revisar periódicamente, especialmente cuando cambian las condiciones de trabajo: nuevas máquinas, cambios en la organización, ampliación de turnos, reformas en el edificio, etc. Mantener la evaluación actualizada es la única manera de asegurar que las medidas adoptadas siguen siendo adecuadas.

Gestión del ruido en oficinas y entornos no industriales

En las oficinas también conviene tomarse en serio la gestión del ruido ambiental, aunque los niveles de presión sonora no alcancen los límites industriales. El murmullo constante de conversaciones, teléfonos, impresoras, equipos de climatización o el eco en espacios abiertos puede reducir la capacidad de concentración, aumentar la sensación de cansancio y generar conflictos entre compañeros; la contaminación acústica en las aulas es un ejemplo de cómo el sonido afecta al rendimiento en entornos no industriales.

Una buena práctica es realizar una evaluación de los niveles de ruido en las distintas áreas de la oficina, tanto en condiciones normales como en momentos de máxima actividad. Con sonómetros se pueden identificar zonas especialmente ruidosas y tomar decisiones sobre la distribución de espacios, el tipo de mobiliario o la colocación de paneles y elementos absorbentes.

Posteriormente, se puede rediseñar el espacio para minimizar la propagación del sonido: instalar paneles acústicos en paredes y techos, utilizar mamparas, incorporar suelos o techos técnicos con propiedades fonoabsorbentes e incluso colocar cortinas o elementos textiles que suavicen la reverberación.

Las soluciones de carpintería también son importantes: unas ventanas de doble acristalamiento reducen notablemente el ruido del exterior, mientras que puertas macizas bien ajustadas ayudan a aislar salas de reuniones, despachos o zonas de concentración respecto a pasillos y espacios comunes.

Más allá de las soluciones técnicas, resulta muy útil acordar normas de convivencia sonora: limitar el volumen de las conversaciones, utilizar auriculares en lugar de altavoces, reservar espacios para llamadas o reuniones rápidas y cuidar la comunicación para que el entorno sea cómodo y agradable para todos.

Cuando una empresa combina una buena evaluación, medidas técnicas adecuadas, organización inteligente del trabajo y una cultura preventiva clara sobre el ruido, se consigue un entorno más seguro, más saludable y, en la práctica, también más productivo. El ruido deja de ser un enemigo silencioso y pasa a ser un factor de riesgo identificado, controlado y gestionado con criterio profesional.

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