- Evidencias tempranas desde más de un millón de años y control del fuego hacia 400.000 en Terra Amata.
- Neandertales con Musteriense y Levallois, y llegada de Homo sapiens con arte y nuevas tecnologías.
- Grotte Mandrin adelanta a 54.000 años la presencia de sapiens con ocupaciones alternas.
- Del Neolítico megalítico a Hallstatt y La Tène, Francia como eje de redes europeas.
La historia humana en el territorio de la actual Francia es una cadena larguísima de ocupaciones, culturas y paisajes que cambiaron el rumbo de Europa más de una vez; desde las primeras industrias líticas hasta la consolidación de los pueblos celtas, el registro arqueológico francés es de los más ricos del continente.
Quien recorra cuevas, abrigos rocosos y valles fluviales como el del Vézère o el del Ródano entenderá por qué tantos periodos prehistóricos llevan nombres franceses; los hallazgos de Dordoña, Provenza o la Costa Azul han marcado la cronología europea del Paleolítico, Mesolítico y Neolítico, y aún hoy siguen aportando sorpresas.
Primeras huellas del Paleolítico inferior
Además del célebre conjunto de Lézignan-la-Cèbe, en Francia se documentan industrias muy tempranas del Olduvaiense-Abbevillense y del Achelense, atribuibles a Homo erectus y Homo heidelbergensis; la Grotte du Vallonnet, en las cercanías de Menton, preserva útiles de piedra con una antigüedad estimada entre 1,0 y 1,05 millones de años.
Las cavidades sirvieron a menudo como refugio, aunque los cazadores-recolectores también levantaron campamentos efímeros asociados a útiles achelenses, como en la Grotte du Lazaret y en Terra Amata, ambas cerca de Niza; en Terra Amata se han identificado evidencias antiguas de control del fuego con unos 400.000 años, un hito clave para la vida humana en Europa.
Este tramo inicial del poblamiento se entrelaza con grandes pulsos climáticos glaciares e interglaciares, que modelaron rutas y barreras; no extraña que el sur de Francia, próximo al Mediterráneo, funcionara como corredor y refugio en distintas fases del Pleistoceno.
En este marco se inscribe el Hombre de Tautavel, con unos 450.000 años, relacionado con Homo heidelbergensis; su hallazgo aporta piezas a un puzle de ocupaciones tempranas que incluye herramientas en Bretaña ya hacia 700.000 años y fases proto-Levallois alrededor de los 400.000.
Neandertales, Musteriense y técnica Levallois
La presencia de Homo neanderthalensis en Europa se remonta en torno a 300.000 años y su desaparición ronda los 30.000; en Francia el Musteriense, con el método Levallois de talla, es el sello cultural más asociado a estos grupos, con yacimientos-tipo como Le Moustier, en Dordoña.
Investigaciones recientes proponen intercambios culturales puntuales entre neandertales y humanos modernos, en particular en transiciones tecnológicas; estas interacciones habrían sido complejas y no lineales, con superposiciones temporales y geográficas.
En el registro francés también aparece la singular máscara de La Roche-Cotard, fechada en torno a 33.000 años y vinculada al Musteriense; esta pieza es un ejemplo del potencial simbólico que se debate en industrias consideradas tradicionalmente funcionales.
En el paisaje kárstico francés, los neandertales usaron abrigos y cuevas como base de actividades; el control del fuego, el procesado de fauna y la versatilidad Levallois sostienen su larga ocupación, hasta la irrupción de nuevas poblaciones y tradiciones del Paleolítico superior.
Llegada de Homo sapiens y revolución simbólica
Los humanos anatómicamente modernos irrumpen con fuerza en Europa occidental; en Francia, la llegada suele situarse en torno a 43.000 años y marca un cambio drástico en la cultura material: adornos personales, arte parietal, decoración de objetos e incluso la aparición de instrumentos musicales.
Las pinturas de Lascaux y los paneles de cuevas como Chauvet o Cosquer disparan la imaginación de cualquiera; este arte paleolítico, de enorme calidad técnica, se integra en una llamada zona franco-cantábrica que, del sur de Francia al norte de España, concentra una densidad demográfica notable para la época.
Las secuencias culturales del Paleolítico superior francés están muy bien representadas: Auriñaciense, Perigordiense (con Chatelperroniense y Gravetiense), Solutrense y Magdaleniense; cada una aporta innovaciones líticas, óseas y simbólicas que sostienen estrategias exitosas en un clima cambiante.
Dentro de esa sucesión, el Chatelperroniense se asocia a neandertales tardíos y evidencia momentos de solapamiento con sapiens; el Gravetiense aporta venus paleolíticas y el Magdaleniense alcanza una culminación artística con cavidades como Pech Merle, Lascaux, Trois-Frères o Rouffignac.
El Valle del Vézère y la capital mundial de la prehistoria
Dordoña-Périgord, atravesada por ríos como el Dronne, L’Isle, la Dordogne y el Vézère, concentra un patrimonio único; el llamado Valle del Hombre, en el Vézère, reúne un conjunto paleolítico declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO con 15 sitios y cuevas decoradas en apenas 50 kilómetros.
Les Eyzies-de-Tayac funciona como epicentro de este universo, con el Museo Nacional de Prehistoria y el Polo Internacional de la Prehistoria; su museografía y labor pedagógica acercan procesos de talla lítica, arte mueble y contextos de vida a públicos de todas las edades.
En salas y vitrinas destacan piezas como bifaces, propulsores y esculturas en hueso, con el famosísimo bisonte lamiéndose; la finura técnica de estas obras revela sensibilidad y conocimiento del medio, del comportamiento animal y del material trabajado.
La historia local recuerda que nuestra especie pudo haberse llamado Cropataud en lugar de Cromañón, por la cercanía de los hallazgos a las propiedades de Pataud y Magnon; además, un excepcional bebé musteriense se conserva gracias a técnicas de recuperación que, aunque rudimentarias, salvaron el conjunto en bloque para su estudio posterior.
El Abri du Poisson guarda una talla de salmón considerada una de las primeras representaciones de un pez; la obra estuvo a punto de salir del país a comienzos del siglo XX y fue protegida con rapidez, convirtiéndose en el primer lugar catalogado de arte parietal en Francia.
Los abrigos Laugerie-Haute y Laugerie-Basse permiten leer capas y capas de ocupación, con restos óseos, industria lítica y hogares; una película 3D explica la formación de estos refugios naturales, resultado de derrumbes condicionados por el clima y por la geología del valle.
Estos abrigos ofrecían suelos más secos y templados, con altura para vigilar el entorno y espacio para instalar tiendas y útiles; no es casualidad que incluso en época medieval los tejados se apoyasen en la roca y que existan oquedades que funcionaron como atalayas de aviso frente a incursiones vikingas.
Mandrin y el adelanto de sapiens a 54.000 años
En la Grotte Mandrin, en el valle del Ródano, un equipo liderado por Ludovic Slimak documentó ocupaciones alternas de neandertales y humanos modernos; la capa N reveló un diente de leche de Homo sapiens y una industria lítica estandarizada atribuible a tecnofacturas neronianas, con dataciones entre 56.800 y 51.700 años antes del presente.
El estudio, publicado en Science Advances, retrasa en 10.000 años la evidencia segura de sapiens en Europa occidental; los depósitos de hollín del techo mostraron encendidos de fuego con apenas un año de intervalo entre una ocupación neandertal y la llegada de los primeros humanos modernos.
Las arenas impulsadas por el mistral preservaron el sitio como una suerte de Pompeya sin catástrofe súbita; las herramientas de Mandrin incluyen puntas diminutas y series de talla homogéneas que contrastan con la variabilidad de producción neandertal, según la lectura tecnológica del equipo.
Ocho dientes se asignaron a neandertales y uno a humano moderno tras microtomografías internas; el equipo decidió no extraer ADN del diente de sapiens tras intentos infructuosos con dientes de caballo, abriendo un debate metodológico sobre preservar o muestrear material único.
El escenario que se perfila es el de oleadas escalonadas, con asentamientos breves que a veces fracasaron localmente; en Mandrin, el grupo de sapiens habría ocupado el refugio unas cuatro décadas, seguido por un retorno neandertal durante milenios y nuevas llegadas de humanos modernos más tarde.
Del final del Paleolítico al Mesolítico
Tras el máximo glacial y la retirada de los hielos, el Magdaleniense evoluciona hacia el Mesolítico o Epipaleolítico; en el suroeste francés y la península ibérica se desarrolla el Aziliense, coetáneo con complejos europeos como Tjongeriense, Ahrensburgiense y Swideriense, dentro del gran marco Federmesser.
Después del Aziliense, el Sauveterriense ocupa el sur de Francia y Suiza, mientras que el Tardenoisiense se establece en el norte francés; en Europa septentrional emerge el Maglemosiense, reflejando la diversidad regional del poblamiento postglacial.
La pérdida de tierras emergidas del Mar del Norte, el llamado Doggerland, influyó en redistribuciones demográficas; esas transformaciones costeras impulsaron movimientos poblacionales hacia regiones vecinas y forzaron nuevas estrategias de subsistencia.
Neolítico: agricultura, cerámicas y megalitos
Entre 4500 y 1700 a. C. se consolida la economía productora en el noroeste europeo; en Francia, la cerámica cardial y la de bandas (Linearbandkeramik o LBK) señalan contactos y expansiones, debatidas entre hipótesis de migración de poblaciones y difusión cultural sin reemplazo total.
El registro francés incluye asentamientos LBK (ca. 5500-4500 a. C.), la cultura de Rössen (ca. 4500-4000 a. C.) y la de Chassey (ca. 4500-2500 a. C.); la cuenca del Sena y el alto Loira ven difundirse estas tradiciones, que preceden a la expansión del vaso campaniforme.
En el norte y en Armórica (Bretaña), la cerámica lineal o Limburg se asocia con la cultura de La Hoguette; este mosaico alfarero permite rastrear intercambios técnicos y redes de contacto desde el Rin hasta el Atlántico.
Del Neolítico proceden los primeros monumentos megalíticos franceses, con densidades notables en Bretaña y Auvernia; alineamientos como los de Carnac, quizá anteriores a 3300 a. C., y conjuntos como Saint-Sulpice-de-Faleyrens son referentes del megalitismo europeo.
En el tránsito al Calcolítico surge la cultura Seine-Oise-Marne (SOM), ca. 3100-2400 a. C., conocida por sus tumbas colectivas tipo allée couverte; algunas cámaras muestran losas con orificio (port-hole slab) que separan entrada y cámara, un rasgo arquitectónico característico.
Desde c. 2600 a. C. se desarrolla la cultura de Artenac, de fuerte impronta megalítica, quizá como respuesta occidental a avances danubianos; sus arqueros se expanden por la fachada atlántica y Bélgica hacia 2400 a. C., diferenciándose de portadores de cerámica cardial asentados en el entorno del Rin.
En el sureste, varios grupos evolucionan a partir de Chassey y también levantan megalitos; el vaso campaniforme, entre 2800 y 1900 a. C., se difunde por casi toda Francia sin anular por completo las culturas previas.
Bronce y el auge de las grandes redes
El Bronce Antiguo francés acoge tradiciones transicionales desde el campaniforme, la cultura de túmulos (ca. 1600-1200 a. C.) y, ya en el Bronce Final, la de los campos de urnas (ca. 1300-800 a. C.); Bretaña muestra conexiones con Wessex y Unetice, testimonios de circuitos atlánticos y centroeuropeos de largo alcance.
Algunos estudios vinculan el horizonte tardío de Unetice con orígenes protoceltas, mientras el incremento demográfico del Bronce Final sugiere innovaciones técnicas y agrícolas; los campos de urnas serán clave en la transición a la Edad del Hierro.
Hierro, celtas y contactos mediterráneos
La cultura de Hallstatt (ca. 700-500 a. C.) lleva la metalurgia del hierro a buena parte del territorio francés; se asocia al protocéltico, el ancestro común de las lenguas celtas históricas.
La Tène toma el relevo desde mediados del siglo V a. C. hasta la conquista cesariana; se expande desde el este francés hacia Suiza, Austria y Hungría, influenciando también la Edad del Hierro nórdica en sus márgenes septentrionales.
Durante este periodo, el litoral mediterráneo francés recibe colonias griegas y fenicias; Antipolis, la actual Antibes, y Massalia, la actual Marsella fundada por focenses, transforman el intercambio cultural y económico del sureste galo.
Los romanos denominan Galia a un territorio amplio al oeste del Rin y al norte de los Alpes, con los belgas al noreste y los aquitanos al suroeste; los términos celtas y galos se usaron de forma ambigua en fuentes grecorromanas, y la frontera con los germanos se situaba al otro lado del Rin.
Una cronología esencial de referencia
La siguiente secuencia resume hitos del poblamiento y la cultura material en la actual Francia; salvo indicación en AP o BP, las cifras están en a. C.
- 1 800 000 dato inseguro: herramientas líticas en Chilhac, Haute-Loire.
- 1 570 000 herramientas líticas en Lézignan-la-Cèbe.
- 1 050 000–1 000 000 Grotte du Vallonnet, cerca de Menton, con industria lítica temprana.
- 900 000 inicio de la glaciación Günz.
- 700 000 útiles de piedra documentados en Bretaña.
- 600 000 interglacial Günz-Mindel; presencia de Homo heidelbergensis en Europa.
- 450 000 Hombre de Tautavel, probablemente H. heidelbergensis.
- 410 000 comienza la glaciación Mindel; cultura abbevillense y evidencias de fuego.
- 400 000 fase Mindel II y talla lítica proto-Levallois.
- 400 000–380 000 Terra Amata (Niza), usos tempranos del fuego.
- 300 000 interglacial Mindel-Riss y aparición de H. neanderthalensis en Europa.
- 200 000 glaciación Riss; fases Riss II y Riss III a 190.000 y 140.000.
- 130 000 interglacial Riss-Würm (Eemiense).
- 70 000 arranca la glaciación Würm; episodios interglaciares Brorup, Laufen y Arcy.
- 55 000 Würm II.
- 40 000 interglacial Laufen y llegada generalizada de humanos modernos a Europa; tipo Cro-Magnon definido en Francia.
- 35 000 Würm IIIa; cultura chatelperroniense.
- 33 000 máscara de La Roche-Cotard, de tradición musteriense.
- 32 000 Auriñaciense en pleno desarrollo.
- 30 000 primeras manifestaciones de arte paleolítico en Francia y desaparición de neandertales.
- 27 500 Würm IIIb; a 25.000 interglacial Paudorf; a 23.000 Würm IIIc.
- 18 000 fin de la glaciación Würm; comienzo del Solutrense hacia 18.692 BP.
- 16 000 enfriamientos Dryas; oscilaciones Bølling y Allerød a 14.500 y 14.000.
- 15 000 Magdaleniense; pinturas de Lascaux hacia 15.300.
- 13 500 Magdaleniense superior; cultura de Hamburgo a 13.000.
- 10 300 Dryas Reciente; Holoceno desde 9500.
- 4800 cerámica de bandas en Francia; 4650 Courthézon (Vaucluse), asentamiento neolítico muy antiguo.
- 4000 Bercy, sitio de la cultura de Chassey.
- 3610 primeros megalitos en territorio francés.
- 3430 Chassey en Saint-Michel du Touch (cerca de Toulouse) y Rössen en Baume de Gonvilla (Haute-Saône).
- 3250 expansión de Chassey por el sur de Francia, del Lot a Vaucluse.
- 3190 Chassey en Calvados; 2530 en Pas-de-Calais.
- 2450 final de Chassey en Eure-et-Loir; 2400 último registro en Saint-Mitre (Alpes-de-Haute-Provence).
- 2300 Ponteau (Martigues, Provenza), lugar campaniforme.
- 1800 inicio de la Edad del Bronce en Francia.
- 800 cultura de los campos de urnas llega por el Rin y el Mosela; expansión por Champaña.
- 725 arranque de Hallstatt.
- 680 fundación de Antipolis, actual Antibes, colonia griega.
- 600 fundación de Massalia, actual Marsella, por griegos focenses.
- 450 cultura de La Tène en Champaña; expansión hacia la cuenca del Garona, conformando el mundo celta-galo.
- 390 saqueo de Roma por galos dirigidos por Breno.
- 121 ocupación romana de la Gallia Narbonensis.
- 118 fundación de Narbo Martius, actual Narbona.
- 58–51 conquista de las Galias por Julio César.
Puentes, rutas y noticias científicas
Los corredores naturales del sur francés, como el valle del Ródano o la costa mediterránea, facilitaron oleadas de entrada desde África y Asia; relatos divulgativos han propuesto un pasillo del Estrecho de Gibraltar durante fases glaciares, mientras que la evidencia arqueológica refuerza rutas por Próximo Oriente y el Mediterráneo.
Fuera de los grandes nombres, Francia atesora hitos poco conocidos como las construcciones de estalagmitas de la Cueva de Bruniquel con unos 176.000 años; este conjunto atribuible a neandertales es una ventana excepcional a comportamientos complejos muy anteriores a la llegada de sapiens.
Las novedades de Mandrin, ya citadas, han reposicionado el debate sobre cuándo y cómo entraron los humanos modernos en Europa occidental; el solapamiento por capas alternas, sin claros intercambios culturales, apunta a ocupaciones sucesivas y rápidas sustituciones locales.
Museos, sitios y recursos para comprenderlo
Además del Museo Nacional de Prehistoria de Les Eyzies, destacan el Museo Nacional de Antigüedades en el Château de Saint-Germain-en-Laye y los centros de interpretación de cuevas decoradas; las webs oficiales de Lascaux o los dossiers sobre Chauvet y Cosquer son esenciales para profundizar con materiales actualizados.
En el territorio, senderos como la Boucle de la Micoque conectan abrigos y museos, y permiten recorrer capas de historia a pie; desde el Abrigo Cromañón al Abrigo Pataud, pasando por Laugerie-Basse, se lee sobre el terreno cómo vivieron y crearon nuestros antepasados.
También hay que tener en cuenta la evolución del turismo prehistórico en la región, impulsado por figuras como Denis Peyrony; gracias a su labor se protegieron y divulgaron sitios clave desde la década de 1920, evitando la dispersión de piezas y regulando las excavaciones.
El paisaje cultural de Dordoña-Perigord se complementa con su patrimonio medieval, sus pueblos y su gastronomía; es un territorio donde naturaleza y arqueología se dan la mano, lo que explica su enorme atractivo para visitantes y especialistas.
La combinación de yacimientos al aire libre, abrigos, cavidades decoradas y colecciones museísticas hace de Francia un laboratorio histórico; desde Vallonnet hasta Massalia, pasando por Carnac, cada capítulo aporta una pieza esencial a la historia europea.
En conjunto, el territorio francés muestra un poblamiento antiguo, con fases de innovación tecnológica, arte y monumentalidad que se encadenan a lo largo de cientos de milenios; el debate científico sigue vivo, alimentado por hallazgos como Mandrin o Bruniquel y por relecturas de secuencias clásicas en Dordoña, Provenza o Bretaña.
La riqueza de este registro permite contar la historia humana con detalle y matices: hubo encuentros, reemplazos, adaptaciones y resiliencias; las cronologías del Paleolítico inferior al Hierro muestran cambios globales y respuestas locales, con Francia como eje ineludible para entender Europa.
Mirando todo lo anterior, emerge un relato continuo donde herramientas tempranas, la maestría del arte parietal, los megalitos bretones y las redes metalúrgicas forjan un hilo conductor; cada cultura y cada valle dejan señales sólidas de cómo evolucionó el asentamiento humano en lo que hoy llamamos Francia.

