El método socrático: preguntar para aprender

Última actualización: 21 octubre 2025
  • El método socrático usa preguntas estratégicas para aclarar, fundamentar y revisar creencias.
  • Ironía y mayéutica guían un diálogo que fomenta pensamiento crítico y aprendizaje activo.
  • La técnica de dos columnas y sus variantes entrenan la flexibilidad cognitiva en educación y terapia.

Método socrático para aprender

Hay herramientas que pasan desapercibidas entre modas y apps de moda, pero que siguen siendo insustituibles: la pregunta es el motor silencioso del aprendizaje. Cuando se formula con intención y método, abre puertas que ni la mejor presentación consigue empujar.

En un mundo de cuestionarios vistosos y tecnología ruidosa, conviene recordar que preguntar bien conduce a pensar mejor. Por eso el método socrático, con su mezcla de ironía y mayéutica, continúa vigente en aulas, empresas, y hasta en consulta psicológica.

¿Qué es el método socrático y para qué sirve?

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El método socrático es un enfoque dialógico que usa preguntas para examinar creencias, detectar supuestos y favorecer la comprensión profunda. Su punto de partida es humilde: reconocer que ignoramos mucho más de lo que creemos, para abrir espacio a nuevas perspectivas.

Funciona mediante conversaciones guiadas en las que una persona conduce con cuestiones abiertas y estratégicas; el objetivo no es dar respuestas cerradas, sino estimular el pensamiento crítico y la autorreflexión para que el propio interlocutor alumbre las ideas por sí mismo.

En la práctica, hoy conviven versiones del “cuestionamiento socrático” en ámbitos como el derecho o la medicina y, especialmente, en psicoterapia cognitiva. Algunas se parecen poco al enfoque original de Sócrates, pero todas comparten el núcleo: preguntar para aprender y desenredar el pensamiento.

Las dos piezas clásicas: ironía y mayéutica

Sócrates articulaba su método en dos movimientos complementarios. Primero, la ironía: mostrar con tacto que sabemos menos de lo que presuponemos. Es una invitación a abandonar la certeza cómoda para mirar más a fondo.

Después venía la mayéutica, literalmente el “arte de asistir en el parto”: a través de preguntas claras y breves, el guía ayuda a que el interlocutor dé a luz el conocimiento que ya está latente en él. No se imponen respuestas; se acompaña el descubrimiento.

Esta dinámica convierte al aprendiz en protagonista activo. Frente al modelo de “transmisión” unidireccional, el método socrático coloca el diálogo y la indagación en el centro del aprendizaje, tanto en la escuela como fuera de ella.

Cómo son las buenas preguntas socráticas

Las preguntas socráticas evitan respuestas de sí o no, son abiertas, concisas, adaptadas al contexto y al nivel del interlocutor. Bien usadas, cuestionan ideas preconcebidas y activan los mecanismos de razonamiento que sostienen el aprendizaje significativo.

El investigador Richard Paul propuso una clasificación útil de seis familias de preguntas para guiar el pensamiento. A continuación verás versiones reescritas y prácticas de cada tipo, para integrarlas en conversaciones reales.

1) Para aclarar y precisar

  • ¿Qué quieres expresar exactamente con ese concepto y cómo lo definirías con tus palabras?
  • ¿Puedes explicarlo de otro modo o con un ejemplo cotidiano?
  • ¿Cuál es, para ti, el punto clave de esta idea?
  • ¿Cómo encaja esto con lo que hemos tratado antes?
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2) Para razonar y fundamentar

  • ¿Qué razones te llevan a pensar eso y qué evidencia concreta tienes?
  • ¿Qué información faltaría para saber si ese juicio se sostiene?
  • ¿Podríamos dudar de algún dato o interpretación que estás usando?

3) Sobre supuestos

  • ¿De qué premisas no dichas partes al afirmar esto?
  • Si cambiamos esa suposición, ¿cambia también tu conclusión?
  • ¿Por qué alguien tendería a dar por hecho justo eso?

4) Causas y consecuencias

  • Si actuamos así, ¿qué consecuencias previsibles ves?
  • ¿De qué forma X podría influir en Y en este contexto?
  • Si esto fuera cierto, ¿qué implicaría para lo demás?

5) Origen de ideas

  • ¿Esta idea es tuya o la has recogido de alguna fuente?
  • ¿Siempre pensaste así o ha cambiado tu criterio con el tiempo?
  • ¿Qué factores pueden estar influyendo en tu opinión?

6) Perspectivas y puntos de vista

  • ¿Cómo lo vería alguien con otra experiencia o rol?
  • ¿Qué objeciones razonables plantearía un crítico?
  • ¿Hay enfoques alternativos que merece la pena considerar?

También es valioso preguntarse por las propias preguntas: ¿para qué estamos preguntando esto, qué buscamos comprobar, qué asume la pregunta y si es la más útil en este momento.

Diálogo socrático en acción

Aplicaciones en educación y formación

En el aula, el método socrático invita a que el alumnado participe activamente, no como receptor pasivo. El docente guía con preguntas que desafían puntos de vista y fomentan el debate, en vez de limitarse a responder dudas al uso.

Cuando trabajamos con grupos, siempre hay elementos compartidos que facilitan la indagación. Es frecuente detectar cierta homogeneidad en objetivos, problemas, datos, marcos de interpretación, conceptos y punto de vista general que comparten. Esto permite diseñar preguntas que exploren esas zonas comunes.

  • Objetivos compartidos: qué persiguen como grupo.
  • Problemas habituales: barreras económicas, legales o organizativas.
  • Datos comunes: qué información manejan (métricas, históricos, etc.).
  • Interpretaciones similares: cómo leen y valoran esos datos.
  • Conceptos y herramientas para organizar la información.
  • Visión de conjunto: misión, posicionamiento, competencia, etc.

Bien conducidas, las preguntas hacen que incluso los más callados se activen. Se puede alternar respuesta oral con dinámicas breves de escritura (por ejemplo, notas adhesivas) para dar espacio a todas las voces y ganar tiempo de reflexión.

Algunas buenas prácticas logísticas: planificar el rumbo del diálogo, preguntar con calma y de una en una, dejar pausas de 30 segundos para pensar, anotar en rotafolios palabras clave y, si surgen temas relevantes fuera de guion, aparcarlos en un “parking lot” para retomarlos más tarde. Usar los nombres propios ayuda a mantener conexión y atención.

El método original en acción: la técnica de las dos columnas

Los diálogos de Platón y Jenofonte muestran el método socrático en vivo, aunque rara vez aparece en forma de receta. En un pasaje de las Memorabilia (2.4), se describe algo muy concreto: un diagrama con dos listas paralelas para empezar a aprender el método.

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Sócrates conversa con Eutidemo, un joven convencido de su sabiduría por haber memorizado máximas y leído mucho. Para comprobar si domina lo justo y lo injusto, Sócrates traza dos columnas: correcto/incorrecto y empieza a volcar ejemplos en cada lado.

Primero, lo obvio: mentir y robar suenan a conducta reprobable. Pero el giro socrático llega con los contraejemplos: en determinadas circunstancias, ¿podrían pasar a la columna de lo correcto?

  • Si un general engaña al enemigo para proteger a su ciudad, ¿es mentira reprobable o táctica justificable?
  • Si el ejército captura armas del adversario, ¿es robo o acción legítima en guerra?
  • Si un padre oculta la medicina a su hijo para que la tome, ¿hay engaño y, aun así, intención moralmente buena?
  • Si escondes la espada a un amigo suicida, ¿es engaño o protección responsable de su vida?

El ejercicio revela contradicciones y excepciones que obligan a revisar definiciones apresuradas. Quien creía tener claro qué es lo justo, descubre que su saber era más apariencia que comprensión. Ahí comienza el aprendizaje real.

La técnica de las dos columnas se aplica también a bienes como la salud o la sabiduría. Estar sano puede llevarte a una campaña desastrosa, mientras que la debilidad te deja a salvo; poseer conocimiento técnico puede convertirte en objeto de envidia o instrumento de otros. ¿Sigue siendo siempre “bueno” sin matices?

Variaciones modernas útiles de las dos columnas

En psicoterapia cognitiva se explotan variantes del esquema para entrenar habilidades de razonamiento flexible. Son sencillas de usar en casa y potentes en consulta cuando se practican con rigor y empatía.

  • Evidencias a favor y en contra: listar pruebas que sostienen una creencia y pruebas que la debilitan; luego revisar si alguna evidencia es ilusoria o más débil de lo que parecía.
  • Costes y beneficios: sopesar pros y contras de sostener una creencia o de usar una estrategia; después pensar cómo potenciar beneficios y reducir costes.
  • Versión sana vs. versión no sana: distinguir resolución de problemas útil de la rumiación estéril; identificar cómo se ve un buen uso de técnicas (relajación, mindfulness, asertividad) frente a un uso pobre.

Este entrenamiento refuerza la flexibilidad cognitiva: la capacidad de salir de la rigidez mental y contemplar alternativas. Es un antídoto contra la sobregeneralización y el pensamiento en túnel que alimentan ansiedad o depresión.

Psicología y diálogo socrático: cómo se trabaja

En terapia cognitivo-conductual, el cuestionamiento socrático es una técnica clave para explorar pensamientos automáticos y reconstruir creencias desadaptativas. Se hace con curiosidad genuina, sin ironía hiriente y con foco en el descubrimiento guiado.

Un ejemplo: llega a consulta alguien convencido de ser “inútil” por una crítica de su jefa. Se exploran significados y desencadenantes: ¿qué te molesta exactamente de esa crítica? ¿Es crítica o la interpretas así por tu autoexigencia? ¿Qué evidencia tienes de que eres inútil, y cuál la cuestiona?

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Se indaga en orígenes (“¿de dónde viene esta sensibilidad a la crítica?”), consecuencias (“¿cómo te afecta pensar así?”) y alternativas de interpretación más ajustadas. Técnicas como la flecha descendente ayudan a profundizar capa a capa.

El diálogo socrático, bien entendido, es una conversación abierta sin resultado prefijado distinto de explorar y comprender. Sirve para conocer mejor al paciente, asentar una alianza respetuosa, reforzar el trabajo colaborativo y enseñar a evaluar pensamientos futuros por sí mismo.

Qué no es: no consiste en rebatir al paciente, responder por él, lanzar preguntas al azar, juzgar sus experiencias, ni diseñar de antemano el “pensamiento correcto” que debe adoptar. Es guía, no imposición.

Consejos prácticos para preguntar mejor en consulta: usar series de preguntas sobre un pensamiento concreto; evitar etiquetar respuestas como “correctas/incorrectas”; formular en el lenguaje del paciente; detectar contradicciones; abrir otras interpretaciones; e incorporar su conocimiento previo.

Ventajas del enfoque socrático

En formación, preguntar bien transforma la experiencia. Las personas pasan de escuchar a participar: descubren conocimiento propio y se implican. El interés despierta, la atención se mantiene y el grupo debate con energía.

Además, las preguntas encadenadas permiten seguir un hilo de razonamiento, verificar el nivel de comprensión y ajustar ritmo y profundidad. Incluso reducen la dependencia de diapositivas interminables: con alumnado activo, se necesita menos material expositivo.

Aplicado de forma sistemática, el método ayuda a pensar con rigor, a detectar sesgos, a ver lo que damos por sentado y a distinguir mejor entre opinión y conocimiento. Es, en definitiva, entrenamiento en pensamiento crítico.

De Sócrates a los estoicos: listas de opuestos y matices

La pregunta guiadora seguía siendo socrática: ¿en qué circunstancias una cualidad “buena” podría deslizarse a su versión “mala” si se malinterpreta o se aplica sin equilibrio?

Del aula al mundo digital: mayéutica y prompts

Hoy también preguntamos a sistemas de IA. Diseñar buenas instrucciones —prompts— es, en el fondo, aplicar mayéutica a máquinas: concretar, contextualizar, abrir alternativas, acotar supuestos y pedir razones.

Como recordaba Einstein, si tuviera una hora para resolver un problema, invertiría la mayor parte en encontrar la pregunta adecuada. Ese espíritu es plenamente socrático y sirve tanto para aprender de personas como para dialogar con modelos de lenguaje.

Para profundizar, hay recursos excelentes como El Arte de Formular Preguntas Esenciales de la Fundación para el Pensamiento Crítico. La clave, en todo caso, es practicar a diario: cuestionar supuestos, buscar evidencias y explorar ángulos nuevos.

Preguntar con método no es un adorno: es una disciplina que multiplica el aprendizaje, mejora las decisiones y afina la comprensión. Si conviertes en hábito esto de interrogar ideas, verás cómo se ensancha tu mapa mental y cómo ganan claridad tus conclusiones.